La guerra del lobo

A principios de 2017 una foto de un lobo colgando de un señal de tráfico daba la señal de alarma. Algo estaba pasando en los pueblos de Asturies.

Desde hacía tiempo veníamos observando un flujo continuo de noticias en la prensa del país que nos presentan un problema creciente. Da la sensación de que el monte está lleno de lobos y que los ataques a la ganadería van en aumento. La sobrepoblación de lobos es tal, según estos medios, que aparecen ya cerca de núcleos urbanos, como el caso del lobo solitario fotografiado en Ibias hace unas semanas. Sin embargo, si realmente queremos tener una opinión autorizada y realista de la situación, cabe hacerse varias preguntas.

¿Realmente hay más lobos que antes en Asturias?

A día de hoy no contamos con un censo actualizado del número de lobos, por lo que la respuesta a esa pregunta habría que deducirla a partir de otros datos. Recientemente la Consejería de Desarrollo Rural ha hecho público un informe en el que se estima la población y la distribución de las manadas de lobos, el cual no demuestra un incremento significativo del número de camadas, más bien un estancamiento. A esto hay que sumar el escaso rigor científico de tal informe en algunas cuestiones, lo cual, comparando los datos con los obtenidos por asociaciones y grupos de investigación particulares, nos llevan a la conclusión de que la población de lobos en Asturias puede encontrarse en retroceso.

Si no hay más lobos, ¿por qué hay más ataques a los rebaños?

El lobo es un depredador que ataca en manada. La eficacia de sus ataques está relacionada con el número de individuos y la eficiencia cazadora de sus integrantes. De esta manera, por norma general, manadas bien estructuradas y con un buen número de individuos depredarán principalmente sobre la fauna silvestre, mientras que manadas desestructuradas y ejemplares solitarios tendrán tendencia a atacar presas más fáciles, entre las que se encuentra el ganado doméstico.

Desde hace años en Asturias se combaten los ataques a los rebaños con batidas de lobos, a las que hay que sumar la caza furtiva. Se tiene la errónea idea de que disminuyendo el número de lobos disminuirán los ataques, pero en realidad se genera el efecto contrario: desestructuración de manadas – menor eficacia de caza – ataques a ganado doméstico. A esto hay que sumarle la escasa gestión de muchas explotaciones ganaderas, las cuales cuentan con reses semi-abandonadas en el monte, con pocas o ninguna medida preventiva frente a los ataques de la fauna. Esta situación genera un caldo de cultivo en el cual el aumento de los ataques es una consecuencia lógica y previsible.

Si comparamos Asturias con otras regiones donde la presencia de lobos está normalizada, encontramos la siguiente regla: a mayor número de lobos, manadas mejor estructuradas, menos ejemplares solitarios, pastoreo con medidas preventivas, menor número de ataques. Para tomar nota.

Pero sí que es verdad que hay muchos ataques, ¿no?

No. Según datos del propio Ministerio de Agricultura, las pérdidas ganaderas por ataques de fauna suponen menos del 1% del total de pérdidas. Decir que el problema de la ganadería en Asturias es el lobo es mentir. Además hay que tener en cuenta que existe un porcentaje de fraude muy alto, en el que se intentan pasar por ataque de lobo muchas reses que han muerto en otras circunstancias (enfermedades, accidentes, etc).

Sí es cierto que la situación de la ganadería y actividades asociadas, como las queserías artesanas, están comprometidas, pero no por el lobo. La supervivencia del sector tiene más que ver con la falta de rentabilidad en un mercado globalizado, la falta de valores añadidos por procesos de producción sostenibles, la dependencia de subvenciones o el exceso de intermediarios en los procesos de distribución. En el capitalismo, la ganadería a pequeña escala está condenada, pero en lo que al lobo se refiere, seguimos mirando al dedo en lugar de a la luna.

Pero entonces ¿qué intereses se esconden detrás de la guerra del lobo?

El lobo y el ser humano han competido por recursos desde tiempos inmemoriales y sin duda existe una cultura ancestral interiorizada por todos nosotros en la que reconocemos a este animal como nuestro enemigo. Sin embargo, sea cual sea la causa, lo cierto es que en la actualidad sí existen una serie de personas que se benefician de la guerra declarada a esta especie.

– Medios de comunicación: no se duda en abusar del titular sensacionalista y de la falsedad de datos, con tal de presentar el conflicto en clave de guerra, como si no se pudiera vivir en territorio lobero sin temer por nuestra propia vida. Sin duda el sensacionalismo y la exageración venden más periódicos, y de poco vale que las noticias sean cierta o se ajusten a veracidad.

– Intereses políticos: en este escenario de hostilidad nadie se atreve a cuestionar el discurso anti-lobo por miedo a perder popularidad y votos. Da igual la opinión de los expertos, casi todos los partidos políticos se suman al carro de las batidas y controles poblacionales. Para casi todos hay demasiados lobos. Para casi todos es un problema creciente. Todos dicen que defienden los intereses de los pueblos. Todos mienten.

– Lobby de la caza: sin duda es destacable el papel de los grupos de presión de cazadores, que insisten constantemente en la necesidad de gestionar el lobo como especie cinegética. Su interés es primario, el poder cazarlo, pero también económico, ya que la gestión del lobo como especie de caza podría llevar a la implantación de una actividad económica en la que se mueve bastante dinero. Sin embargo, como hemos podido ver en la vecina Castilla y León, la caza del lobo como actividad económica es profundamente injusta, ya que contribuye a enriquecer aún más a propietarios de terrenos y cotos, a la vez que el beneficio “deportivo” está sólo al alcance de élites adineradas. La caza nunca contribuye a la conservación de la naturaleza, más bien al contrario, siendo culpable de multitud de problemas, desde la superpoblación de ciervos y jabalíes hasta la introducción de especies invasoras.

Conclusión.

La guerra del lobo es un conflicto irreal propiciado interesadamente para demonizar la existencia de esta especie, cuya supervivencia se encuentra amenazada. Entre otros responsables, el loby de la caza ha tomado como rehén al sector ganadero para tratar de justificar batidas e intentar convertir al lobo en una especie cazable, lo cual les reportaría beneficios económicos. El Gobierno del Principado y los medios de comunicación ceden constantemente a las presiones de este loby, dificultando el acceso a datos científicos e impidiendo cualquier tipo de iniciativa seria para conocer el verdadero estado de la especie.

Lejos de esa imagen de alimaña y enemigo del ser humano, el lobo es una especie altamente beneficiosa, que regula por sí misma sus poblaciones, a la vez que contribuye al control poblacional de ciervos, corzos o jabalíes. La presencia de lobo ibérico debería ser motivo de celebración en el mundo rural, donde el desarrollo del capitalismo es el que ha condenado a la extinción a pastores y queseros artesanos. La lucha por la dignidad de los pueblos debe ir acompañada por la conservación de la naturaleza, siempre y en todas las circunstancias.