«¿No lo entienden? Se hizo el kamikaze para hundirles. Él se tira: ustedes, ingenuos, relatan los hechos tal y como ocurrieron a la prensa y a la televisión, y nadie les cree, menos nuestro amado juez, por supuesto… quien, además, escuchen lo que escribió en la orden: “el rapto fue provocado por “orgullo herido”».
Muerte Accidental de un Anarquista, Darío Fo, 1970.
Santiago Maldonado (Buenos Aires, 1989) era un militante más del movimiento libertario. El 1 de agosto de 2017, su desaparición en la provincia de Chubut (Argentina) hizo que fuera un integrante más de una lista menos fraternal: la de desaparecidos “forzados”. Santiago participó el citado día en una protesta realizada por la comunidad mapuche “Pu-Lof en resistencia de Cushamen”, la cual fue duramente reprimida por la Gendarmería, y el rastro de Santiago se perdió sin más explicaciones.
Su desaparición generó un movimiento de solidaridad internacional, exigiendo su aparición con vida, que llevó a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre a denunciar al Jefe de Gabinete de Ministros –Marcos Peña- y a la Ministra de Seguridad –Patricia Bullrich- «por una figura penal típica de desaparición forzada de personas con encubrimiento y violación de los deberes de funcionario público y abuso de autoridad». Este hecho forzó, incluso, la intervención de las Naciones Unidas, que se manifestó a través de una resolución de su Comité contra las Desapariciones Forzadas.
El 17 de octubre de 2017 el cadáver de Maldonado fue hallado en el lecho del río, a escasos 300 metros de donde diversos testimonios lo sitúan por última vez –eso sí: caudal arriba y en una zona que ya había sido rastreada con anterioridad-. El hallazgo del cadáver, tras 77 días de desaparición, y la conmoción que causó en el país no impidieron que las fuerzas conservadoras revalidaran su mandato esa misma semana, al ganar el oficialismo las elecciones legislativas del 22 de octubre. La autopsia determinó que la causa de la muerte de Santiago fue el «ahogamiento por sumersión en el agua del río Chubut coadyuvado por hipotermia», que sin duda se produjo en su intento de fuga de las “fuerzas del orden”, ya que «no hubo arrastre, ni sujeción» y que «el cuerpo no tenía golpes o lesiones, ni marcas de haber estado atado o haber sido arrastrado». La prensa mundial días antes de hacerse oficiales los resultados de la autopsia ya apuntaban esta hipótesis, añadiendo que el caso era claro ya que Santiago “no sabía nadar” y además “tenía un trauma infantil que hacía que sintiera pánico al agua”.
El correlato lógico del miedo al agua es, indudablemente, el de basar un plan de fuga en atravesar un río caudaloso. La aparición cauce arriba se debe, también sin asomo de duda, a que la prensa internacional conocía del ideal ácrata de nuestro compañero y quiso llevarlo hasta sus últimas consecuencias: “Solo los peces muertos siguen la corriente del río”. Pues eso, querido Santiago, que aunque tu desaparición y tu muerte pudieran haberse sido escritas por el mismísimo Dario Fo hay algo que nunca podrán arrebatarte: tu dignidad, y el de dar voz a quien más la necesita, ya que la desaparición de Maldonado, no solo reviste la gravedad del terrorismo de Estado, si no que pone el foco sobre el genocidio que el capitalismo está llevando a cabo sobre la comunidad Mapuche.
En efecto, la compañía de Luciano Benetton –el mayor terrateniente del país después del Estado- ha ocupado durante el último siglo las tierras de los pobladores originarios en la provincia de Chubut, reprimiendo duramente los movimientos indígenas que tratan de reconquistar su pueblo.