Sea Navidad o Verano, el mercado nos quiere sumisos, aislados y pasando por caja.
En el siglo XIX, los anarquistas construyeron un discurso sólido y combativo frente a la religión, el arma que todavía se usaba para distraer y someter a los trabajadores. Hoy, al menos en Europa, la iglesia sólo se pisa en bodas, bautizos y comuniones; y los crucifijos van desapareciendo de casi todas las paredes. Pero creer que somos libres sería tan absurdo como entonces: seguimos sin ser dueños de nuestras vidas. Cómo nos vestimos, cómo nos divertimos, hasta nuestros sueños y aspiraciones, todo ha sido trazado en algún oscuro despacho como parte de un estudio de mercado, pero también, de un sutil control social. Le pese a quien le pese (más a ti y a mí) todavía vivimos en una sociedad de clases, bajo el yugo de un sistema capitalista que aún nos exprime día a día. Seguir leyendo El consumo que nos consume →