Orgonitos

Piedra Filosofal o incluso Cáliz de Fuego inspirador de películas de Harry de Potter. De propiedades tan fascinantes que incluso recuerdan al Anillo Único de Tolkien, si no fuera porque este último tiene asociada tamaña maldad inimaginable en la fuerza orgónica que hemos de descartarlo. Para algunos científicos humanistas como nuestro omnipresente referente Javi Pufista, trataríase casi del Santo Grial del siglo XXI, instrumento capaz de anular incluso las nocivas consecuencias de un chemtrail conducido por una feminazi.
Con estas líneas podríamos considerar definidas las orgónitas, el orgón y casi casi la madre del cordero pero aún hay más. Las orgonitas –que no se venden en la teletienda no se sabe muy bien por qué– son catalizadoras de una fuerza vital universal –el orgón– que puede tratar el dolor y diversos problemas corporales e incluso, introducidas durante unos minutos en el cuerpo humano –sin especificar cómo ni dónde–, ordenan la energía orgónica, produciendo una serie de consecuencias positivas en el cuerpo, merced a la liberación por parte de esta piedra de una fuerte dosis de energía. Es lo que tiene el disolvente.
¿El disolvente? Sí sí, el disolvente porque las orgonitas se crean –se fabrican– utilizando la fuerza vital universal que posee –entre sus otros muchos atributos– el disolvente. Ahí es nada.
¡Imaginense lo que se puede hacer entonces con un pozo petrolifero! Sadam Husein lo vio claro. ¿Consecuencia? Invasión de Kuwait.
¿Y quién realizó semejante hallazgo? Wilhem Reich, psicoanalista austriaco que antes de ser deslumbrado por los vórtices energéticos de la energía orgónica, realizó interesantísimas aportaciones sociológicas sobre las causas del ascenso de los fascismos europeos frente a las diferentes tendencias del pensamiento socialista. Reich analizaba el triunfo psicológico del nazismo alemán sobre el economicismo determinista del socialismo y comunismo germano.
Sin embargo, estas aportaciones quedaron
automáticamente ensombrecidas por su gran aportación pesudocientífica que ochenta años después obnubila los pensamientos a lo largo y ancho del planeta de aquellos buscadores insaciables de la verdad, que lejos de preocuparse por intervenir en la realidad para transformarla, prefieren disolverla orgónicamente, soñando con un reordenamiento energético cuasi cósmico que –y esto es pura especulación– ordene la energía orgónica de la humanidad, produciéndose una serie de provechosas consecuencias en la sociedad gracias a la liberación de una fuerte dosis de energía positiva –que diría Paco Pil–. Es lo que tiene el disolvente.
Y en éstas estamos. Y así le va al movimiento libertario.