Leo tres noticias en una misma semana, las dos primeras, cuyos titulares rezan “Un suicidio cada dos días (sólo) en Madrid a causa del paro y los desahucios”, “Más de 37.000 parados en Asturias no cobran prestación por desempleo”, son consecuencia de un sistema criminal que nos convierte en mercancía, nos aísla entre nosotras, nos convierte en individuos atomizados y arrebatándonos cualquier atisbo de conciencia de clase o de comunidad nos llega a convencer de que problemas estructurales del capitalismo y consecuencias de un orden económico basado únicamente en la producción de beneficios para la clase capitalista, son problemas personales, individuales, sin ninguna conexión los unos con los otros. El famoso “eres un fracasado” con el que machacaron nuestros cerebros cada día las series televisivas de hace unos años, la mejor maquinaria de propaganda jamás ideada por un régimen.
La tercera nos informa con gran alegría y para nuestro regocijo que “Cimadevilla da comienzo a 17 días de fiesta”. ¡¡Viva!! ¡¡17 días de fiesta seguidos!!
17 opciones para descargar la frustración de una vida de mierda, para consumir desenfrenadamente (por el bien de la economía) y gastar ese sueldo que conseguimos dejándonos la vida el resto de la semana, para sentirnos libres en un mundo en el que no somos más que esclavos, para ahogar nuestra desesperación en alcohol y drogas, para convertirnos en masas de homo erectus berreantes, desarrollar relaciones de mentira (tan de mentira que si no tienes dinero no sales, y para eso no hay amigos ni hay relación), crear una falsa felicidad que seguramente se torne en depresión, frustración o vergüenza, propia o ajena, a la mañana siguiente. Pero da igual; ¡¡hoy otra vez!! ¡¡17 dias de fiestaaaaa!!
Una bienpensante e inocente señora comenta la noticia en facebook preguntándose cómo estando las cosas como están (como vemos en las dos primeras noticias) puede ser que se gaste dinero en 17 días de fiesta, calificándolo de vergonzoso. La pobre biempensante señora se lleva de premio un aluvión de respuestas indignadas ante tamaña ofensa, en los que se dan argumentos tan endebles que para reforzarlos se ven obligados a calificarla de amargada, vieja de mierda e hija de puta, entre otros.
Es lógico, acaba de tocar lo más sagrado de este mundo: nuestra falsa sensación de felicidad, ese bienestar difuso en el tiempo, esa única válvula de escape ante una mierda de vida contra la que nada podemos hacer más que evadirnos de ella.
¡¡Esa maldita señora nos ha devuelto, aunque muy de lejos y por encima, a la realidad de nuestras vidas de mierda!! Tras un “callate puta”, un alma conciliadora interviene para hacer entrar en razón a la inconsciente señora, explicándole que no es dinero público sino que se trata de una asociación de festejos del barrio que se autofinancia durante todo el año y reclama respeto para el duro trabajo llevado a cabo, recordándole a la señora que cada cual gasta su tiempo, su dinero y su esfuerzo en lo que le da la gana.
Cada cual gasta su tiempo, su dinero y su esfuerzo en lo que le da la gana…
Esta frase, máxima de la libertad capitalista basada únicamente en la libertad para consumir (si puedes, claro) es una de las bases del pensamiento individualista que nos ha llevado a esta situación de aislamiento e incapacidad para defendernos de las embestidas del capitalismo.
¡¡Somos libres señora!! Si su hijo y sus nietos viven de su pensión de 400€ será porque son unos vagos, que hagan como los que no somos unos fracasados y que trabajen en una sidrería 12 horas al día cotizando en el mejor de los casos 4, por 600€ como hacemos el resto, y entonces podrán venirse de fiesta a Cimadevilla y ser libres. Incluso reyes, ya que cuando consumes eres el dios que no te dejan ser mientras te explotan.
Únanse a la esquizofrenia: sean dioses consumiendo y poco más que basura en el trabajo.
A la vista está, sin falta siquiera de volver a las dos primeras noticias, que no, que cada cual no gasta su tiempo como le viene en gana, ya que ni siquiera tenemos la opción de elegir ser explotados y exprimidos hasta límites insospechados en la industria de la hostelería.
Que una serie de gente se junte en la asociación de festejos del cada vez más gentrificado barrio de Xixón y se meta palizas todo el año para conseguir llevar a cabo 17 días de fiesta seguidos no es algo que se elija voluntariamente. Es fruto, al igual que los suicidios, de la individualización y el aislamiento al que nos sometió el capitalismo y de la destrucción casi total de las organizaciones de la clase trabajadora.
Ese ansia de fiesta, de escape, de salir todos los fines de semana considerando que si un sábado te quedas en casa es un fin de semana desperdiciado y tiempo perdido, esa necesidad de defender la fiesta como lo más sagrado de este mundo (incluso por algunos que se suponen concienciados y luchadores) hasta el extremo de llamar puta a una señora, solo son reflejos de una vida de mierda y de la incapacidad para plantearse cambiarla.
Por suerte poco a poco van despertando de su letargo organizaciones que luchan contra la explotación y la utilización de la clase trabajadora como una mercancía y contraponiendo al discurso individualizador del sistema, un discurso que redunda en la fuerza que da el enfrentamiento colectivo contra éste, defendiéndonos nosotras mismas en la calle contra los ataques a nuestras vidas. Cuando se consiguen pequeñas victorias, por pequeñas que sean, se crea una sensación real y palpable de que entre todas podemos combatir y cambiar este sistema que nos convierte en mercancías sin vida, para convertirnos en seres plenos
Desde estas organizaciones de clase es cada vez más necesario poner la fiesta, lo más sagrado de este mundo, en el punto de mira y en vez de reproducir un ocio alienante basado en el consumo, que suele ser lo que se hace por norma general, fomentar un empleo del tiempo libre basado en la comunicación y la creación de relaciones reales de afinidad a la vez que se cuestiona este sistema criminal.
Reproducir o partcipar de la fiesta, sea de la forma que sea, nos hace libres de mentira durante unas horas. Enfrentarnos al sistema nos hace libres para siempre, aunque salgamos derrotadas.
En este caso, sí que es verdad que tú eliges: conformarte con una falsa realidad en la que tu vida de mierda siga abonando sus campos de golf, o por el contrario luchar por hacerla saltar por lo aires. Fuego a lo más sagrado.