Para entender qué es el Confederalismo Democrático, hay que entender de donde viene
El PKK -Partido de los Trabajadores del Kurdistán- nació en la zona turca del Kurdistán en 1978 como una apuesta por la liberación nacional y social del pueblo kurdo desde una posición marxista-leninista, con la intención de generar un Estado Kurdo Socialista dentro de la órbita de la antigua URSS.
Tras años de guerra contra Turquía, se comienza a producir en seno del partido un alejamiento del Socialismo Real, una evolución ideológica que comenzó a hacerse patente entre finales del pasado siglo y comienzos del presente, fruto de un estancamiento del proceso de lucha pasado y de una valoración crítica del camino -algo que ya de por sí nos parece muy sano dentro de cualquier organización-, y que a ritmos no siempre parejos ha involucrado tanto a las bases como a los cuadros del partido -con especial mención a Öcalan, carismático líder del PKK, encerrado en una prisión individual turca desde 1999-. Este cambio vino de la mano de la creación por parte del PKK de un frente amplio denominado KCK -Unión de Comunidades del Kurdistán-, sobre el que pivotan más de 400 organizaciones políticas y sociales, y que fue generando un nuevo proyecto político basado en lo que ellos denominan Confederalismo Democrático.
Esta nueva tendencia, sin renegar del marxismo, bebe principalmente del municipalismo libertario y la ecología social teorizada por el norteamericano Murray Bookchin. En este sentido, su núcleo ideológico pivota sobre el socialismo, el ecologismo y el feminismo. Se plantea una “democracia sin Estado”, que se fundamenta en la economía comunal, en la decisión y el trabajo desde abajo y en la centralidad de los municipios como ejes de la vida social -que irían generando una gran confederación-; aunque incluyendo en todo ello la contradictoria participación en el aparato estatal actual a través de elecciones, algo que ya prescribe el anarquista norteamericano.
En términos simples, esto equivale a una combinación de la autogestión obrera y la planificación participativa para satisfacer las necesidades sociales: economía anarquista clásica.
Tal como lo expresa Eirik Eiglad, ex-editor de Bookchin: “Es de particular importancia la necesidad de combinar las ideas de los movimientos feministas y ecológicos progresistas con los nuevos movimientos urbanos y las iniciativas de los ciudadanos, así como con las de sindicatos, cooperativas y colectivos locales… Creemos que las ideas comunalistas de una democracia asamblearia contribuirán a hacer posible este progresivo intercambio de ideas sobre una base más permanente, y con consecuencias políticas más directas. Aun así, el comunalismo no es sólo una forma táctica de unir estos movimientos radicales. Nuestra llamada a la democracia municipal es un intento de llevar la razón y la ética al primer plano de las discusiones públicas.” Para Öcalan el Confederalismo Democrático significa una sociedad democrática, ecológica y liberada en cuanto al género, o simplemente democracia sin estado. Él señala explícitamente la diferencia entre modernidad capitalista y modernidad democrática, en la que los tres elementos básicos: el capitalismo, el estado-nación, y el industrialismo se sustituyen por una nación democrática, la economía comunal, y la industria ecológica. Esto implica tres proyectos: uno para la república democrática, otro para el Confederalismo Democrático y un tercero para la autonomía democrática. El concepto de la república democrática se refiere esencialmente al logro para los kurdos de los por mucho tiempo negados derechos de ciudadanía y derechos civiles, incluyendo el de hablar y enseñar su propio idioma libremente. La autonomía democrática y el Confederalismo Democrático se refieren ambos a las capacidades autónomas del pueblo, una estructura política más directa y menos representativa.
En la práctica, el peso de esta teoría recae sobre las asambleas y los consejos locales, apostando por la autogestión a nivel político y económico -a nivel de educación, salud, cultura, agricultura, industria, servicios sociales y seguridad, asuntos de la mujer, la juventud y el deporte-. La lucha armada ha ido quedando en segundo plano -si es que se pude hablar así en un contexto de guerra soterrada con los diferentes estados de la región- frente a un proceso de extensión de la política a pie de calle:
«Existe participación popular en los consejos, incluso de personas no kurdas, y mientras las asambleas barriales son fuertes en varias provincia, en Diyarbakir, la ciudad más grande en el Kurdistán turco, hay asambleas en casi todas partes. En las provincias de Hakkari y Sirnak… hay dos autoridades paralelas -el KCK y el Estado-, de los cuales la estructura confederal democrática es más poderosa en la práctica. El KCK en Turquía se organiza a nivel de aldea “köy”, barrio urbano “mahalle”, distrito “ilçe”, ciudad “kent”, y región “Bölge”, que se denomina el Norte de Kurdistán. El nivel más alto de la federación en el norte de Kurdistán, el DTK -Congreso de la Sociedad Democrática-, es una mezcla de delegados de a pie con mandatos revocables elegidos por sus iguales, que constituyen el 60 por ciento, y los representantes de más de quinientas organizaciones de la sociedad civil, sindicatos y partidos políticos, que conforman el 40 por ciento restante, de los cuales aproximadamente el seis por ciento está reservado para los representantes de minorías religiosas, académicos u otros con un conocimiento o punto de vista particular.»
Del mismo modo, el aspecto más étnico y nacionalista, aun perviviendo en cierta medida, va dejando paso a una apuesta federativa que se aleja de las fronteras, en la que el Estado-Nación ya no es el paradigma a seguir, sino que se presenta una sociedad con poder descentralizado en asambleas locales. A fin de cuentas, y teniendo en cuenta las palabras del periodista y antropólogo kurdo Mehmet Dogan: “El Estado-Nación capitalista es un Estado que legitima la dominación en tres sentidos: en primera instancia, permite que una clase explote a las clases populares; en segunda instancia, a través del machismo; y, por último, tenemos la dominación sobre la naturaleza… El Confederalismo Democrático no prevé solamente la autodeterminación de los pueblos kurdos, turcos, armenios, árabes y persas, sino que también apuesta a construir una manera de organización comunitaria desde la base donde todos podamos vivir en armonía con la naturaleza, donde hombres y mujeres sean realmente iguales”.
El comunalismo de M. Bookchin
1. Empoderar legalmente a los municipios existentes intentando así llevar el poder de decisión a las localidades.
2. Democratizar los municipios a través de asambleas de base.
3. Unir a los municipios en redes regionales y confederaciones más amplias que trabajen para reemplazar gradualmente los Estado-Nación por las confederaciones municipales, mientras se asegura que los niveles más altos de la confederación tienen principalmente funciones administrativas y de coordinación.
4. Unir a los movimientos sociales progresistas para fortalecer la sociedad civil y establecer un punto focal común de iniciativas y movimientos de todos los ciudadanos: las asambleas. Esta cooperación no es porque esperamos encontrarnos siempre un consenso armonioso, sino -por el contrario- porque creemos en el desacuerdo y la deliberación. La sociedad se desarrolla mediante el debate y el conflicto. Además, las asambleas deben ser laicas, combatiendo las influencias religiosas en la política y el gobierno, y conformando un escenario para la lucha de clases.
5. Con el fin de lograr su visión de una sociedad sin clases, basada en el control político colectivo de los medios de producción socialmente importantes, se llama a la municipalización de la economía y se propone una asignación confederal de recursos para garantizar el equilibrio entre regiones.