En estas últimas elecciones nos ha tocado escuchar con abundancia aquello de que “tienes que ir a votar”
En estas últimas elecciones -bueno, y en todas-, como buen abstencionista que soy, me ha tocado escuchar con abundancia aquello de que “tienes que ir a votar” por lo civil o por lo criminal pero a votar.
La cuestión es simple, si no voto, no tengo derecho a quejarme, soy un cobarde, traiciono la memoria de aquellos que lucharon por la democracia o directamente estoy contribuyendo al recorte de derechos y libertades y a que el PP gane las elecciones ¡¡Cuántas cosas hechas sin hacer nada!! para sentirse agotado.
Pero dejando al margen estas discutibles afirmaciones, que más que discutibles son directamente falsas, me gustaría centrarme en aquellos que me dicen que tengo que votar. No para justificarme, que parece que por ser uno abstencionista tiene que estar justificándose todo el santo día y ya se cansa uno, sino para poner el ojo en esa afirmación de que tengo que votar…
Vamos a ver tengo que votar, eso parece estar claro pero… ¿Vale cualquier tipo de voto? NO. Cuando me dicen que tengo que votar no piden que vote nulo ni tampoco que vote en blanco. Siendo como es el PP el problema de este país -ejem, ejem, ejem…- y el motivo real por el cual me exigen que vote, votar nulo es exactamente lo mismo que no votar y votar en blanco viene a ser como votar al PP, luego primera conclusión: tienes que votar… a una sigla.
¿Pero que sigla? Evidente y lógicamente el PP está vetado, entonces se me abre un abanico de posibilidades… que inmediatamente se cierra. Porque claro, si lo que pretenden con mi voto es echar al PP del gobierno no van a pedir que bote al PCPE ¡Faltaría más! Para tirar el voto a la basura dándoselo a un partido marginal que no va a sacar representación parlamentaria, te quedas en casa y no me haces perder el tiempo. O sea que hay que votar a una sigla… que tenga algún mínimo de posibilidades de impedir el acceso del PP al gobierno.
¡Menos mal! Con eso me libro de votar a Ciudadanos y nacionalistas periféricos rancios, pero ¡Un momento! Ésto me deja con 2 o 3 alternativas para votar.
¡Acabáramos! ¡Ahora caigo! Cuando me dicen que tengo que votar, no me dicen que tengo que votar, sino que tengo que votar a la sigla que exige mi interlocutor…
Pues entonces mira que fácil, no voto porque no me da la real gana de votar al partido que a ti te apetezca. Y me ahorro tener que justificar los otros 15 argumentos por los que yo he decidido intervenir en la vida pública a diario sin meter un papel en una urna.