Orbaya y un reguero enorme de personas vamos tras el féretro de Anita Sirgo. La muestra de cariño y respeto más grande que se recuerda en La Felguera. Salimos de la casa sindical en dirección al pozo minero Fondón, donde ella junto con otras muchas compañeras, plantaron cara al fascismo. Lo hicieron llamando esquirol al cobarde y echando maíz al gallina, en las primeras huelgas después de la guerra en 1962. Y lo pagaron con golpes, tortura y muerte.Y su grito fue siempre ¡libertad, libertad, libertad! De aquellos pozos, donde la vida importaba poco, nacieron las primeras comisiones obreras como expresión de autoorganización de los trabajadores para llevar sus reivindicaciones. Allí resurgió la asamblea como forma de decisión. En plena dictadura, y tras pasar 20 años en estado de guerra, Asturias volvía a iluminar el camino yendo a la huelga en masa. Una huelgona que tuvo como detonante el despido de 8 trabajadores del pozo Nicolasa, el único activo hoy, y llego a movilizar a más de 65.000 trabajadores. Que empezó el 12 de abril y no cesó hasta que el ministro Solís bajo al barro a negociar con los mineros directamente. Donde las mujeres fueron clave para impulsar los piquetes, donde la solidaridad corrió como un rio subterráneo llevando apoyo económico y moral a los huelguistas. Así nos contaban el otro día en el sindicato como Aquilino Moral, a través de algunos de los guajes de su familia hacia llegar a los huelguistas el dinero que los libertarios recaudaban. Y hay hoy unas cuantas compañeras de la CNT honrando a Anita. Cuando acabe el entierro hemos quedado en nuestro local. Unas para salir a pegar carteles denunciando que en el servicio de asistencia a domicilio han despedido una compañera embarazada. Otros a convocar la asamblea del jueves. algunas a preparar la proyección-coloquio para el viernes de “La sal de la tierra”, en torno a la minería, las huelgas y la mujer. Otro para ir a fotocopiar carteles para la jornada del sábado donde se recaudará dinero para la caja de resistencia y se presentará el libro “En llucha incierta” de Steinbeck. Este, casualmente, también va de huelgas y piquetes. También hay asesoría laboral hoy. Porque los problemas son siempre similares, unos que quieren todo para si y otros que queremos libertad, libertad, libertad. Porque quien no tiene para llegar a fin de mes, quien no tiene garantizado el sustento y la salud de los suyos, quien no tiene donde cobijarse cuando llueve no es libre. Bastante tiene con sobrevivir. Así como la pequeña aldea gala, hay un sindicato que resiste ahora y siempre al opresor, pero sin poción mágica. Ayer pude leer a Jared Diamond “Grandes poblaciones no pueden funcionar sin los líderes que toman las decisiones, los ejecutivos que llevan a cabo las decisiones y los burócratas que administran las decisiones y las leyes. Desafortunadamente para todos ustedes lectores que son anarquistas y sueñan con vivir sin ningún gobierno estatal, esas son las razones por las que su sueño no es realista: tendrán que encontrar una pequeña banda o tribu dispuesta a aceptarlos, donde nadie es un extraño, y donde reyes, presidentes y burócratas son innecesarios”. Y esta lógica parece querer extrapolarse a los sindicatos. “Un sindicato grande no puede funcionar sin…” El hermosísimo libro “El amanecer de todo” de David Graeber y David Wengrow nos invita a repensar la historia de otro modo. Nos muestra que la “civilización” no llega como un paquete. Las primeras ciudades del mundo no surgieron en un puñado de lugares junto a sistemas de gobierno centralizado y control burocrático. La pérdida más dolorosa de libertades humanas comenzó a pequeña escala: en el nivel de las relaciones de género, los grupos de edad y la servidumbre doméstica; en el tipo de relaciones que contienen a la vez la mayor intimidad y las formas más profundas de violencia estructural. Nos señala que no hay absolutamente ninguna evidencia de que estructuras de gobierno jerárquicas sean la consecuencia necesaria de una organización a gran escala. Y esta música gusta más a nuestros oídos, pues aún hay quien recuerda como nuestro sindicato, en la Felguera, tenía 4000 afiliados, hizo la revolución social dos veces, y nunca necesitó lideres, ejecutivos, ni burócratas. Porque muchos, como Chinato, preferimos ser indios que importantes abogados. Y sobre todo porque, a pesar de todo, somos lo que queremos ser y no lo que quieran que seamos.
José Riestra
Ilustración: Cris Mencía
Publicado en el periódico cnt #438